Normalmente no suelo hablar de religión o cuestiones de tipo espiritual, mi razón para no hacerlo, es debido a que cada mujer tiene libertad para elegir su campo de espiritualidad y desde esa espiritualidad puede tener su crecimiento, transformación y logro de su máxima versión.
Hoy voy a apoyarme en mi religión para desde mi visión poder darme una respuesta a la situación mundial que enfrentamos todos.
Ante este virus, no hay razas, ni colores. No hay géneros, ni diversidad. No hay adultos, ni niños. Todos y todos somos todos, sin excepción de nada en absoluto, somos posibles victimas del coronavirus.
¿Cómo vamos a explicar la existencia de este virus en nuestro mundo?
Los científicos tienen sus explicaciones, los matemáticos las suyas y lógicamente las iglesias tienen la suya.
Si algo siempre he defendido, es la libertad de elección, mi versión no es la única y será verdadera para mi, pero puedo no serlo para ti, así como las diferentes explicaciones las puedo adherir a mi o no. Soy libre.
Se libre tu también, no te dejes manipular no permitas que todo lo que ves, que lees que escuchas en estos tiempos cambie tus pensamientos, toma decisiones basadas en hechos veraces y que vienen de fuentes que puedes comprobar, de personas que sabes que son gente capaz.
Yo voy a dar la explicación desde mi espiritualidad, soy católica y en estos momentos la única explicación lógica que encuentro para mi, es esta.
Dios ha permitido esta prueba para algo mas grande de lo que podemos entender.
En Ilafel, hablamos de transformarnos para llegar a una mejor versión. Y las crisis existenciales sirven para conseguir o lo mejor de uno mismo o acaban por hundirnos. Pero es nuestra voluntad y libertad la que nos lleva por un camino o por el otro. Y pienso que en esta crisis mundial, donde se rompen los paradigmas de todo lo conocido, tenemos la Oportunidad de salir como mejores personas y mejores sociedades! Es un trabajo libre y voluntario, individual y luego social.
Dios en su amor infinito permite esto para un bien y crecimiento mayor de toda la humanidad.
Para que aprendamos a vivir juntos, sin diferenciarnos por nada, simplemente, todos iguales. Aprender cuesta mucho y muchos se resistirán, el poder es el mas grande enemigo de los hombres, el peor de los virus, que se metió en el alma y la ha matado, de aquí que hombres y mujeres no nos podamos comprender y amar, y que haya ricos y pobres, países fuertes y débiles y todas las diferencias que podamos nombrar.
Es necesario alcanzar un mundo mas igualitario, no comunista, no hablo de ese tipo de igualdad, no hablo de los que tienen el poder para distribuir comida, vestido, etc. La igualdad a la que quiero referirme, es aquella en que somos solidarios, somos hermanos, somos capaces de ver por el vecino, dejamos atrás la indiferencia, el odio, las discusiones. Y aprendemos a vivir como verdaderos hermanos.
Nuestra participación es una respuesta libre a Dios, en un Sí quiero vivir en solidaridad, y sí quiero, porque Creo que es el mejor camino que existe. Ahora tenemos la oportunidad como personas y sociedad de pasar por esta circunstancia y hacerlo para transformarnos en los seres que Dios quiere que seamos, y cuando digo que Dios quiere, no me refiero a una voluntad divina autocrática, me refiero a la voluntad amorosa de un padre, que siempre quiere lo mejor para su amado hijo.
Confiemos en Dios y no nos desesperemos, pasemos por esto con fe y con oración. Pero también con alegría. No con caras largas, un momento de humor siempre es necesario. Alegría en casa con los hijos y la pareja. Juntos orando, los que quieran. Y puedan, nunca obligar a nadie a orar, solo que nos vean alegres, con paz y orando.
Cada cual adapte mis palabras a sus propias creencias y espiritualidad, no intento imponer la mía. Pretendo explicar a partir de mi fe, la que vivo y conozco, la potencialidad que se nos regala a partir de esta contingencia, un regalo que nadie pedimos, pero que es magnífico, el don de convertirnos en seres de luz, fuertes, solidarios, amorosos, capaces de ver por otros, de luchar juntos, codo con codo.
Estamos ante la oportunidad de hacer de este mundo algo grande, de transformarlo en una bella mariposa. La oruga fea tiene que desparecer para dar paso a la belleza de la mariposa. No se, qué puede sentir con esa transformación la oruga, pero supongo que no le será fácil.
Los grandes cambios, las grandes trasformaciones no son sencillas, cuestan, duelen, hay que renunciar a todo lo que conocemos para empezar un nuevo camino. Es el momento para abandonar todo lo que nos estaba acabando como personas y comenzar a construir un mundo mas solidario.
No tengo idea cómo va a ser ese mundo, no se si yo lo voy a llegar a ver, solo se que tiene que ser un mundo muchísimo mas libre, solidario, unido y luminosos.
Nadie puede creer que tras todo esto volveremos a lo mismo. Tras tres o seis semanas de confinamiento, y un después muy difícil, nadie puede creer que todo volverá a estar como lo dejó, como una pausa con un clic del mando de la tele. No será así, cuando empecemos a salir a las calles, poco a poco, pausadamente, habrán cambiado muchas cosas, y habrá que rehacer todo. Igual que tras una guerra.
Confío en que habremos cambiado nosotros, que habremos aprendido a amar, a apreciar la convivencia en familia, en pareja, que sabremos saborear un atardecer después de contemplarlo sin prisas y habiendo detectado todos sus tonos que nos hablan de amor, de conjunción entre naturaleza y humanidad.
Espero que habremos aprendido a leer un poema y sentirnos sensibles ante la vibración armónica de la música. Y conoceremos el valor del tiempo, hermoso elemento que trabaja a nuestro favor cuando lo usamos para amar, para convivir, para orar y meditar, para crecer interiormente.
Se que hay mucha preocupación por la economía, el dinero, los bienes, las empresas, los capitales, qué va a pasar con todo eso se preguntan todos. Yo no soy extraña a la necesidad de contar con un ingreso económico para poder vivir y tener casa y comida. Pero creo que cuando aprendamos a priorizar los verdaderos valores y a amar en solidaridad, lo demás vendrá por añadidura. Ciertamente no caído del cielo, habrá que trabajar, seguramente mucho, pero el trabajo tendrá que tener otro sentido.
No es mi intensión hacer un tratado, por tanto no quiero extenderme, para mi queda muy claro, que Dios, la naturaleza, el universo, o lo que tu desde tu creencia veas como superior, nos esta diciendo que dejemos de actuar como lo hemos hecho y que cambiemos para bien de toda la humanidad y del planeta en el que vivimos y del que nos alimentamos.
En conclusión, como siempre hemos dicho en Ilafel, es necesario transformarnos en la mejor versión de cada uno y así contribuir a la mejor versión de la sociedad y de nuestros países.
Gabriela Guzmán Arnaud
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